Vicente Cantador ya era aficionado a los cohetes desde pequeño. Cuando éramos niños, íbamos el día 25 y el 26 (entonces tiraban dos pólvoras) a recoger, como casi todos los muchachos, las bolitas de pólvora y alguna carcasa vacía para hacernos nuestros rastreros. El día que me quemé con uno, sólo quedé para correr alrededor de ellos, hasta las fiestas del 2007. Vicente sigue, con la tabla, pero sigue. Ten cuidado... que tanto va el cántaro a la fuente...
Cuando no teníamos pólvora, carburábamos en los dos sentidos de palabra. Los de mi quinta y más viejos recordarán que antes se vendía carburo en las droguerías para una especie de lámpara muy utilizada en los quioscos ambulantes (v.g.en la churrería de Navarro). Pues con el carburo jugábamos a tirar botes (de los de tomate natural pelado de 5 kilos) "al espacio": hacíamos un agujero en el suelo, echábamos agua y una bola de carburo, poníamos el bote boca abajo con su correspondiente agujero y el fuego hacía el resto.¡¡ Booom!! Algunas veces, dependiendo de la mezcla, el bote subía a más de 20 metros.Un poco peligroso pero divertido.