Pues hace más de 35 años la cofradía del Santo Niño, de la cual formé parte durante tres años, representando a mi abuela, no llevaba coche pero llevaba un tractor, con su respectivo remolque, para recoger los donativos en especie: trigo y cebada. Y es que era más fácil que llenaran -porque lo llenábamos los cofrades- un saco de cereal, que rascarse el bolsillo. He dicho un saco, pero es verdad que la mayoría con media fanega ya íbamos bien servidos. En casas económicamente ricas, y que eran especialmente dadivosas, y me sobran tres dedos de la mano, nos daban manga ancha y bajábamos dos o tres costales o sacos de grano, además del billete correspondiente. El remolque se llenaba casi siempre y los años buenos había que descargarlo a mediodía o se llevaba otro vacío para la tarde.