En el pueblo se hacia la vida casi siempre en la calle, en el verano al fresco y en el invierno para coger el sol.
Estamos en pleno mes de Enero. Me encuentro en el rincón de la Eugenia; son las cuatro de la tarde de un día claro y soleado y mis recuerdos me trasportan a otros años.
Es el mismo lugar, con otras escenas del pasado.
Ahí están todas las vecinas de espaldas al sol. Con sus pañuelos blancos para protegerse porque, aunque es invierno, el sol en el rincón pega de justicia. Son como un bando de palomas con sus nidos al lado, los cestos llenos de ropa lista para ser zurcida o remendada.
Llego del colegio y la merienda me espera. En el rincón esta mi madre cosiendo como todas las tardes que hay sol; me da el pan y chocolate. Y allí nos vamos juntando los muchachos y muchachas del barrio. Nos comemos la merienda jugando por los cerros y las cuevas que están debajo del rincón. También por las rastreras aunque estas tenían un problema, y es que al no ser tan suaves como los toboganes de ahora, nos llevábamos buenos pescozones por parte de nuestras madres al llegar a casa con las bragas rotas. Jugando al truque o al “gua” (con gran disgusto por parte de la tía Petra, al hacerle en el suelo al lado de su pared los agujeros) a los alfileres, al corte terreno…
El aire se va llenando de un olor característico al esparto quemado. Humo que sale de las chimeneas que poco apoco se van encendiendo abajo, en las cuevas.
El sol está ya encima de las sierras de Mora. Las madres recogen el cesto, la silla… nos llaman. Es la hora de mirar el puchero con las judías para la cena que se quedo cociendo en el fogón.
Y Los hombres no tardan en llegar del campo. Subidos en los borricos, envueltos en sus mantas de cuadros. Con las boinas caladas hasta los ojos y los peales llenos de barro.
Quiero recodar a todas mis vecinas de la Villeta de cuando yo era niña. Ya la vida se las ha ido llevando y muy poquitas quedan. Un homenaje para ellas: La tía Angela, Benita, mis tías Presentación y Eduarda, la Nico, presentita, la...
Quiero recodar a todas mis vecinas de la Villeta de cuando yo era niña. Ya la vida se las ha ido llevando y muy poquitas quedan. Un homenaje para ellas: La tía Angela, Benita, mis tías Presentación y Eduarda, la Nico, presentita, la tía presenta, la Goya, la tia Eugenia, Petra, Lucila, Emilia... y a mi madre Severiana.
Menua , creo que fue arroz , pues La tía Eugenia tenía al gato enseñándole el destino....jeje ..es broma.
Afortunadamente en ese rinconcito he disfrutado de muchos guisos con mis abuelos y mis tios .
Para recordar y dejar constancia, desde esa punta se asomaba mi abuela Goya y esperaba a despedirnos con la mano , santiguándose al ver el Simca 1200 blanco tomar la curva de la salida a la carretera Andalucía dirección Madrid después de un fin de semana mas en la Guardia.
Estamos en pleno mes de Enero. Me encuentro en el rincón de la Eugenia; son las cuatro de la tarde de un día claro y soleado y mis recuerdos me trasportan a otros años.
Es el mismo lugar, con otras escenas del pasado.
Ahí están todas las vecinas de espaldas al sol. Con sus pañuelos blancos para protegerse porque, aunque es invierno, el sol en el rincón pega de justicia. Son como un bando de palomas con sus nidos al lado, los cestos llenos de ropa lista para ser zurcida o remendada.
Llego del colegio y la merienda me espera. En el rincón esta mi madre cosiendo como todas las tardes que hay sol; me da el pan y chocolate. Y allí nos vamos juntando los muchachos y muchachas del barrio. Nos comemos la merienda jugando por los cerros y las cuevas que están debajo del rincón. También por las rastreras aunque estas tenían un problema, y es que al no ser tan suaves como los toboganes de ahora, nos llevábamos buenos pescozones por parte de nuestras madres al llegar a casa con las bragas rotas. Jugando al truque o al “gua” (con gran disgusto por parte de la tía Petra, al hacerle en el suelo al lado de su pared los agujeros) a los alfileres, al corte terreno…
El aire se va llenando de un olor característico al esparto quemado. Humo que sale de las chimeneas que poco apoco se van encendiendo abajo, en las cuevas.
El sol está ya encima de las sierras de Mora. Las madres recogen el cesto, la silla… nos llaman. Es la hora de mirar el puchero con las judías para la cena que se quedo cociendo en el fogón.
Y Los hombres no tardan en llegar del campo. Subidos en los borricos, envueltos en sus mantas de cuadros. Con las boinas caladas hasta los ojos y los peales llenos de barro.
Quiero recodar a todas mis vecinas de la Villeta de cuando yo era niña. Ya la vida se las ha ido llevando y muy poquitas quedan. Un homenaje para ellas: La tía Angela, Benita, mis tías Presentación y Eduarda, la Nico, presentita, la...
Afortunadamente en ese rinconcito he disfrutado de muchos guisos con mis abuelos y mis tios .
Para recordar y dejar constancia, desde esa punta se asomaba mi abuela Goya y esperaba a despedirnos con la mano , santiguándose al ver el Simca 1200 blanco tomar la curva de la salida a la carretera Andalucía dirección Madrid después de un fin de semana mas en la Guardia.