Las liebres, por lo general, son espontáneas. Cuando llovía y las calles no estaban asfaltadas, era habitual coger alguna: sobretodo si vivías en una calle con pendiente. En las rastreras no se consideraban liebres porque iban implícitas en el juego.Las mejores rastreras están en Perejón: no hacía falta echarlas agua porque la inclinación de los chorreros y la tierra suelta daban suficiente velocidad para, en el peor de los casos, tener algún accidente. La técnica era sentarte sobre el talón de Aquiles y, brazos en cruz estilo equilibrista, a hacerte el slálom. Las rastreras urbanas sí que había que regarlas y con el plástico en el culo. Creo que a los chavales les sique gustando estos toboganes naturales. Si van menos o nada es porque las nuevas tecnologías les ata un poco más a la pantalla, pero que algunos van..., estoy seguro; aunque nos lo sepan ni sus padres.Pues, como siempre...