Este serillo, de esparto, que alzan Macu, Loli, Inés e Isi, era la única papelera que había en La Guardia en el año 1972, era propiedad de la Juliana, (la dueña del quiosco que esta detrás en la foto) la usaba para recoger todos los papeles de los helaos que se consumían, este quiosco de helados fue el primero que tubo el pueblo. Y antes, en los años 60, estuvo la Amalia la del tupí, con su carrito de helados con sabor a vainilla, que los días de fiesta más importantes bajaba con el a la plaza, para vender esos deliciosos helados, los tenia de dos precios de 1 peseta, y de 50 céntimos, (o 2 reales). Y antes de la Amalia, en los años 40, el tío Deogracias, (el cordelero) que refrescaba a los guardiolos en el verano, yendo por las calles con su carrito vendiendo barquillos y helados, al precio de 20 céntimos, (2 perras gordas o 4 perras chicas). Tanto la Amalia como el tío Deogracias, los helaos y barquillos que vendían, eran de cosecha propia, o sea que los hacían ellos mismos.
En mi época lo más típico, y barato, era el Flash, que por un duro te daba la Amalia uno bien largo, y por 15 pesetas el ancho rectangular aquel de Burman que nos duraba un montón y se nos quedaban las comisuras heladas y de colores, según el sabor del flash congelado, o como lo llamaba la Amalia: "fran encorajao".
Efectivamente, la Juliana fue de las primeras junto a Navarro que nos refrecaron los veranos con helados y polos de marca : Camy y Avidesa, respectivamente. Pero como ya comenté en su día la que pregonaba con su voz característica la mercancía que llevaba en el carrito era la tía Montañesa: ¡...mantecao helao! ¡...helao y pipas!. Porque también llevaban pipas a granel , de cucurucho las llamábamos por servirlas en un cono hecho con papel de estraza. También en los quiocos ( v.g. en el la Julia) se empezaron a vender los polos caseros hechos en la cubiteras del frigorífico con un palillo mondadientes como palo. Y ya que estamos con los heladeros no podemos olvidar los de mi generación los polos que hacían en la fábrica de sifones y gaseosa los herederos de Agustín García que no eran de buena calidad ( hielo con un poco de color que como te descuidaras se te pegaba la lengua), pero refrescaban. E hilando con la gaseosa cómo no me voy a acordar de mi amigo Tomás vendiendo la gaseosa de Cepa, de medio litro y de distintos sabores, en la plaza. Y es que los muchachos salíamos de paseo los domingos a las cinco de la tarde; y el sol a esa hora...